Luchar por los sueños comunes es un derecho inalienable. La alienación, la amarga sorpresa, llegan al comprobar que la mayoría enarbolaba contradictorios espejismos, sobre un desierto personal resignado y acomodaticio. Ciénaga en que se ahoga el proclamado amor eterno, tanto como las soflamas de autonomía, solidaridad, o crecimiento en igualdad. Nulo horizonte que no sea el individual, en un panorama cubierto por las nubes de la falsedad, y empedrado de mentiras como inamovible base de la formación que mundialmente rige las conductas.

     En El Desván seguimos a los personajes de la saga Nubedil -ya en su séptimo libro- envueltos en la decadencia que enterrara aquellos sueños. penúltima entrega de la obra, las preguntas y desolación del protagonista son crónica fiel de la última época en que el hombre soñó por sí mismo y no a través del Big Brother