ENTREVISTA 2 

 

-Veo que esta vez su amigo, el Elejota, lo ha dejado a usted solo ante el peligro.

-Es más bien mérito del comité que tiene con sus socias. No creás, a él le encanta que lo entrevisten y hacerse el interesante. Pero, pensando que el cuestionario fuera problemático, decidieron que, como autor, me encargara yo.

-Me parece lógico. ¿Cómo prefiere que lo llame?

-No hace falta que me llames. Ya estoy aquí.

-Ajá… A usted también le gustan esos jueguitos de palabras.

-Is my job, Man. Espero que no te moleste.

-¡No, no…! Creo que me voy acostumbrando. Además acabo de leer El Día del Estudiante, y me he divertido mucho con ellos. Los diálogos son  desopilantes, aparte de mostrar mejor a los personajes que si los describiera. Aunque debo confesarle que el tono poético es lo que más me gusta.

-¿Las poesías?

-Bueno, sí, los poemas también. Es un recurso extraño. Dentro de una novela, quiero decir. Sin embargo cumplen el papel de un capítulo más, o una  detención oportuna y sugerente. Pero no me refería a los poemas, sino a la forma que tiene su prosa en muchos momentos. Ese baile de las ideas  y las imágenes, que no creo que deba ser llamado prosa poética, porque es más… No sé, más natural. Quiero decir que no lo siento como un  recurso buscado, sino como una manera de hablar. ¿Usted empezó escribiendo poesía?

-Creo que la mayoría empezamos así. Imitando, o copiando descaradamente poetas que nos gustan. Manufacturando versos horripilantes y  babosos. No, no te rías, en mi caso al menos es verdad. Puedo enseñarte algunos. Guardo todo, hasta lo desechable, que es como llamo a esas  carpetas de cuentos y poesías. ¿Preferís té, o café, en lugar del mate?

-Café, si le da lo mismo.

-Me es vertical. Las que lo preparan son ellas.

-Está bien atendido.

-Vos sos el que está bien atendido, si entiendo el regodeo con que lo decís. Yo me lo merezco, me lo he currado.

-Vale, vale… Trataré de merecerme yo también las atenciones. Su mujer es…

-¡Divina!

-Bueno… No pretendía decir algo tan atrevido.

-Yo tampoco. Era para que no nos eche sal en el café. Y no pensés que es mala. Pero de tanto estirar la oreja desde allá, para enterarse de lo que  hablamos, mete la cuchara en el otro tarro blanco y… Paula lo hizo el sábado pasado, en una lectura con amigos, y de golpe me los vi a todos  escupiendo y tosiendo. No sabés lo horrible que me sentía hasta comprender que no era por lo que estaban escuchando.

-Paula. Qué lindo nombre.

-Sí, pero no te confundas. Paula es aquella otra, la Cossetta, la que está preparando los mates. Por suerte. Y por suerte es Mara quien te hará el  café. Porque cada una, en el brebaje contrario, sería criminal.

-No me lo creo.

-No importa. Mejor que te quedés con la duda. Sería todo un contratiempo verte salir corriendo, con la excusa de que te has dejado algo al fuego en  casa, en lugar de hacerme las insidiosas preguntas que estoy esperando.

-Gracias por darme el pie en lo de insidiosas. ¿Qué hace usted, además de criticar a estas pobres mujeres?

-¿Además, también, de escribir las tonterías que motivan esta entrevista, te referís? Muy fácil: Casi todo. Sólo que ante las visitas fingimos que es  al revés. Para dar juego a los insidiosos. Mirá, mirá cómo se ríen si no me creés. Vamos, volvé a lo de antes, si de verdad querés ese café.

-De acuerdo, usted gana. Me parece que dijo cuentos también, hace un momento. No sabía si el paso había sido directamente hacia la novela.

-No. Tuve también una época en que martirizaba ese género. Nada destacable, te lo aseguro. Sin saberlo empezaba a estirarme hacia la narración.  Fueron muy pocos. Tal vez un par mejor escritos que el resto. Hasta que me di cuenta que se trataba más bien de capítulos aislados, personajes  que empezaban a mostrarse, el desafío de desarrollar situaciones y climas. Era un tiempo en el que me movía más dentro de un proceso artístico  y cultural colectivo, que en lo estrictamente personal. Colaboraba con gente de teatro, cine, radio, talleres literarios. O sea que lo mismo actuaba,  que ponía la voz a un audiovisual, escribía guiones, dirigía y montaba espectáculos. La mejor escuela que he tenido, humana y culturalmente. En  medio de todo eso surgió Nubedil, y…

-¿Surgió?

-Sí, vamos a decirlo así. Los pormenores de su personaje central, y cómo me intereso en la historia, están descritos en El Invitado. Ahora bien, su  arranque escrito surgió de golpe, una noche, en que ya me había acostado y el nombre, el neologismo, iba seguido de una cantidad de frases para  mí sin mayor sentido, pero que se repetían y no paraban. Esa especie de dictado inconsciente que también llamamos inspiración. Los poemas del  Estudiante salen de ahí, de fragmentos de aquel borrador, el único que conservé de aquella primera versión. La primera frase era: Nubedil, las  flores… Y ya no pude sustraerme al llamado. Así que agarré un cuaderno, que tenía en la mesita de luz, y garabateé creo que siete u ocho páginas  de imágenes y cosas que se encadenaban.

-Creo que es su esposa, también en El Invitado, quien cuenta que la novela estaba prácticamente terminada, cuando sucedieron todos esos  penosos acontecimientos del golpe de estado, y aquellos manuscritos desaparecieron.

-Te agradezco que lo sinteticemos así. No sabés los años que pasé, ya aquí en España, intentando recuperar aquel tono y lo que había hecho. Algo  imposible, claro. E inútil. Hasta que me fui tranquilizando, distanciando, hallando la voz que correspondía a esta nueva etapa. Bueno, batallas de  trabajo solitario, como es el nuestro. Por favor, preguntame cualquier otra cosa, quisiera salir de ahí.

-Lo entiendo. Aunque es un tema que me interesa. Pero ¿quizás mejor otro día, no?

-Sí, de acuerdo. Mejor otro día.

-Entonces vamos a algo bien actual. ¿Qué opina de la piratería?

-¿La piratería? Cacho de salto has pegado. ¿Morgan y la pata de palo? ¿Las patentes de Corso?

-El saltarse las patentes y los derechos. Las descargas ilegales por internet. Lo digo por su decisión, que no sé si entiendo, de permitir que  cualquiera pueda descargar gratuitamente sus libros. ¿No está tirando piedras contra su propio tejado?

-Ya veo. Está un poco mezclado el asunto. En primer lugar, piratear sería robar, la apropiación indebida de algo que pertenece a otro. Si yo autorizo  la descarga gratuita desaparece esa figura.

-¿Pero de lo que se trata no es de proteger el derecho que el autor tiene de cobrar por el trabajo hecho?

-¿Y quién es, según vos, el que protege al autor? Porque, en nuestro caso, quienes amargamente se quejan son editores, distribuidores y libreros. El  escritor, en nuestra sociedad, ni siquiera es considerado un trabajador. Yo puedo demostrar 45 años de trabajo literario, y te aseguro que si pidiera  una jubilación en base a eso las carcajadas administrativas se escucharían desde la China. Sí, ya sé, no he hecho ningún tipo de aportes. Difícil  hacerlos si nadie te paga un penique por ello. Ese sí que es un tema largo. Porque a García Lorca, o Miguel Hernández, no sólo no se les pagaba,  sino que el Estado los mató. Ese Estado que hoy es famoso gracias a ellos, e ingresa ganancias turísticas, de imagen, y editoriales, merced a lo  que hicieron.

-Verídico, y penoso, pero algo extremo el ejemplo. ¿No cree?

-No. Pienso que lo extremadamente hipócrita y cobarde es no mencionarlo cada vez que sale el tema. Al artista se lo ningunea, persigue, encarcela,  o mata. Pero eso sí, unos años después de su muerte, por ley, los derechos de su obra pasan al Estado. ¿No notás algo que, extremadamente, no  cuadra ahí? Somos parásitos, que no hacemos nada útil. Pero, después de muertos, nuestra obra es arrebatada por el gobierno. Para que puedan  censurarla, silenciarla, o explotarla. ¿De golpe resulta que nuestras tonterías y locuras son patrimonio de un país? Contra nuestra voluntad, por  supuesto. ¿Qué decías de la piratería…? ¡Eso sí que es piratería! Sólo que el parche, en ambos ojos, se lo coloca voluntariamente la gente. Los  piratas del 1500 tenían patente de Corso, otorgada legalmente por su reina. Estos de hoy te meten el decretazo, y andá a quejarte a tu Tía. Y anotá  que esa ley -en nuestro Congreso Liberal y Democrático-, es absolutamente comunista: Tu propiedad privada pasa a ser del Estado. Cuando les  conviene, Marx y Lenin les resultan de lo más simpáticos y acertados. En cualquier otra área el producto de tu esfuerzo individual, tu empresa, tu  casa, tus bienes, tu dinero, pertenece a la sacrosanta familia, los derechos de sucesión, la intocable propiedad privada. ¡Pues no! Lo que he escrito  se lo quitará el Estado a mis herederos. Ahí tenés servido un agravio comparativo bastante más que extremo. Y explicame la paradoja: Si no  merecemos ninguna ayuda ni reconocimiento estatal, ¿por qué sancionan una ley para apropiarse después de ello?

-Reconozco que no parece tener mucho sentido.

-Si estuvieras en el gobierno, administrando ese capital intelectual robado, y te beneficiaras de ello, se lo encontrarías enseguida. Te excuso de  opinar, porque trabajás para un grupo editorial, y podría perjudicarte.

-Creo percibir que tampoco las editoriales lo tienen muy contento. Ya antes las mencionó, un tanto despectivamente.

-Perdón, pero ironía no es desprecio. Dije que eran los editores, distribuidores, y libreros, quienes más se quejaban de la piratería.

-Normal. Invierten y trabajan en algo que les están robando.

-Sería muy fácil volver al ejemplo anterior, y preguntarte a mi vez por qué no se le da el mismo interés y repercusión al otro robo. Pero, claro, te  tocaría encogerte de hombros y pedir que lo dejemos, para evitar represalias. ¿Ves que sé de qué estoy hablando? ¿Te suena eso de que quien  roba a un ladrón…?

-¿No es una acusación algo grave…?

-De acuerdo. Maticemos. Espero y deseo que haya suficientes excepciones. Y aclaro: Sólo hablo, con pruebas en la mano si hiciera falta, de lo que  he conocido y experimentado. Incluso corrijo lo de ladrón, y vamos a llamarles aprovechadores. Comerciantes que se aprovechan de las leyes que  los favorecen. En realidad, me cago en la diferencia. Pero si así nos quedamos más tranquilos… Vamos a ver: ¿El libro a piratear, puede existir sin  editor?

-Mmm… Sí, claro.

-¿Sin distribuidor?

-También.

-¿Sin librerías?

-Por supuesto. Pero…

-Un momento. ¿Sin autor?

-Sabía que era lo que me iba a preguntar. No, sin el autor no existe el libro. Eso ha estado claro siempre.

-No sabés lo feliz que me hace eso. Decime ahora a qué llamarías la casi totalidad de algo.

-No entiendo. ¿Hemos cambiado de tema?

-Para nada. ¿Cuándo dirías, por ejemplo, que prácticamente la totalidad de empleados de una repartición estaban en sus puestos? ¿Cuántos tendría  que haber?

-La mayoría, supongo. No sé… El 80, o el 90% de la plantilla. ¿Pero qué tiene que ver…?

-¿Sabés cuáles son los porcentajes en la venta de un libro? El 90%, o sea prácticamente la totalidad, según vos mismo acabás de decir, a repartir  entre editor, distribuidor, y librerías. Para el autor, que es el único sin quien no existiría el libro, el 10%. Supongo que también es un tema sin ningún  interés, y que no hay por qué darle la repercusión mediática de lo otro. Al fin y al cabo es una cuestión de libre mercado, todo legal. En vida se  aprovechan de nosotros los del 90%. Y después de muertos el Estado.

-Bueno… No siempre es así.

-Supongo que te referís a cuando el autor ya tiene un nombre y una fama. O sea cuando lo que negocia con el editor es eso y no la obra. Bien.  ¿Sabés cuál es el porcentaje de esos casos?

-No. La verdad que no.

-Apuesto contigo, y con quien quiera, que no se aleja mucho del 1%. Cosa que, de acuerdo a tus cálculos, significaría prácticamente nada, o casi  nunca, para ser precisos. ¿Sabés que además, al autor novel, o desconocido, se le exige por contrato editorial –colaboración, coedición, lo que  prefieras- que aporte sumas equivalentes a tres o cuatro veces el valor de impresión de los libros? ¿Que es el autor quien tiene que hacer el trabajo  de corrección y maquetación, aunque después ellos pongan graciosamente sus nombres en la solapa? ¿Que, por lo general, sólo imprimen un  número reducidísimo de ejemplares, confiando en venderlos en la presentación porque el autor lleva a sus amigos? ¿Que, quitando este día, el de  la presentación, las librerías no tienen nunca el libro a la vista? ¿Que la editorial no hace ninguna promoción, y por lo tanto sin promoción ni  exhibición la venta es imposible? ¿Que si en librerías de España, y por ser conocido del autor, pides el libro, tardan un mes en traerlo?  Evidentemente, ese ejemplar no existía y lo imprimen a pedido. Es la única explicación a semejante tardanza. Cedes tus derechos por años, a nivel  mundial, para nada…

-Disculpe que lo interrumpa. ¿Pero no podría tratarse de una mala experiencia personal? Generalizar se me antoja un poco exagerado.

-Muy bien. Concedido que ha sido una humillante experiencia personal. Experiencia que, desgraciadamente, comparto con el noventa y pico por  ciento de autores desconocidos que caemos en las garras de esa exageración. ¿Qué tal si, en lugar de dudar tan olímpicamente, hacés la prueba in  person? Dale, yo te acompaño en los trámites de llevar tu manuscrito a las editoriales. Sin recomendaciones especiales. Tonterías ni una. Ya  sabemos que con padrinos cualquiera se bautiza. Yo hablo del honesto trámite de presentar el fruto de tu trabajo. Verías cómo sucede, punto por  punto, lo que te he ido describiendo. Y no te engañés si alguno habla de no cobrarte nada en principio. Porque a renglón seguido –o sea en el  siguiente renglón del contrato-, especifica que el autor debe garantizar unas ventas concretas en las presentaciones. Vamos, que no te digo que  saques el dinero de tu bolsillo, sino del bolsillo de tus amigos y conocidos. Aunque, si no lo conseguís, sí que tendrás que ponerlo vos. En el  contrato está clarito.

-Comercialmente me parece lógico. El editor tiene que recuperar al menos la inversión.

-¿Con tu trabajo…? ¿No era su trabajo ése? ¿Entonces, además de mediar con la imprenta, qué es lo que hacen quienes se llevan el 90%? En  realidad, lo que te están diciendo es que lo que no se venda a tus amigos, ellos no se lo van a vender a nadie. No, si herniarse seguro que no se  van a herniar por tu obra. Ahora, digo yo, si mis amigos son mi capital. Un capital que tenía antes de hablar con el editor. ¿Para qué lo necesito a  él, o a los otros del 90%? Ya, para que me quiten ese 90%. Vuelvo a preguntarme yo: ¿Por qué no imprimo por mi cuenta los libros que vaya a  vender a mis amigos, y me quedo con el 100%, en lugar del 10% que ellos generosamente me otorgan? ¿Por qué no debo ser práctico, en lugar de  estúpido?

-Está bien, está bien. Hasta ahí le doy la razón. Ahora, ¿por qué no los vende también por internet, en lugar de regalarlos?

-Porque ni soy una empresa, ni estoy registrado como tal. Y tomate vos el trabajo de averiguar lo que me costaría serlo, en trámites y dinero quiero  decir, sin una adecuada estructura promocional que me garantice vender los que necesitaría para compensar gastos. Ya te dije que, además de los  del 90%, tenemos al Estado esperando por tu sangre. No, querido, en este sistema a los autores nos conviene dejar que los descarguen gratis. En  una de esas alguien los lee. Que es nuestro principal deseo.

-Supongo que sabe que muchos autores no piensan así.

-Lo respeto. Y ellos lucharán por lo suyo. Les deseo suerte y me alegraré si lo consiguen. Espero que me respeten de la misma manera. A mí y a  todos los que vayan entendiendo que, si nuestra prioridad es llegar al lector, ésta es la única posibilidad digna que el sistema aún no nos ha  bloqueado. No ganaremos dinero, pero tampoco se lo tendremos que pagar a los dos estratos que nos explotan. Debemos dirigirnos a los posibles  lectores, en lugar de a los seguros aprovechadores. Una cosa es fija: Peor no vamos a estar. Grandiosa ventaja de los que no tenemos nada. ¿Vas  entendiendo lo que no entendías?

-Creo que sí. Pero no sé si podré publicar esto.

-No te preocupés. En el blog queda. Si hay próxima entrevista pensate preguntas menos conflictivas. Pobre… Qué cara se te ha quedado. ¿Por lo  menos estaba bien el café?

-Sí, muy rico. Le agradezco…

-Tranquilo. Vamos, que te acompaño hasta la puerta. No me gusta nada cómo te tiemblan las piernas. Siempre le digo a Mara que lo hace muy  fuerte. Y si no estás acostumbrado…