Poesía de estallido fotográfico: Más plena cuanto más escueta y simple. Poemas de arco narrativo, que se cierran y revuelven sobre sí mismos, como los buenos cuentos. Versos de largo y entrecortado aliento, como un travelling de trescientos sesenta grados, o un juguetón plano secuencia que sigue y persigue al poeta, mientras él persigue las palabras con que el amor lo despierta.

        Puede que, como él mismo dice, no esté muy bien de la cabeza. Pero la poesía que nos ofrece es la que a muchos y muchas nos gustaría leer, o escuchar, en cada desayuno. 

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COMO CURIOSIDAD:   Los poemas de  El Pronombre del Amor en versión inglesa. Traducción: Norma González Peralta.

THE  PRONOUN OF LOVE

 

"El  Pronombre del  Amor"  de  Jorge  Lara

     Jorge Lara sigue bogando en este poemario como lo hiciera en “El Remero Insomne”, pero esta vez en busca del pronombre del amor.

     A partir del “yo” poético, pasa por definirla a “ella”, para luego abarcar el solidario y globalizante “nosotros", en la identidad de la pareja, en lo que es su humanidad, su mismo cosmos y al tiempo su individualidad.

     Traduce el deseo constante de habitar y circundar un mundo íntimo, y por eso distinto. Es un canto al amor, a la plenitud, a lo vital, al hombre que se sabe a sí mismo. Categoriza lo bello, lo cotidiano, los minúsculos detalles que hacen que la vida  sea un canto de alegría en la nostalgia de un existir pleno, en las pequeñas grandes cosas de todos los días.

    En este libro asistimos a la afirmación de un mundo, a la compleja construcción del sujeto poético y su evolución, conscientemente ordenada por el artista.

     En él prevalece la redondez, la curvatura de las palabras, la esfera de un nuevo significado. Su seducción, acogedora y terrenal, se concilia con el infinito en un acto de aprehensión y juego rítmico que lo convierte en un espacio ágil, erótico, envolvente. Su fugacidad, su equilibrio, su desborde estético invita a andar por el fluir de la vida misma, sus deseos y sentimientos. Nos invade un sentido de plenitud en el silencio de la lectura.

     Cada unidad tiene a su vez una cohesión fónica y semántica que une y va dando puntadas, en una retroalimentación continua en el que un poema mira al otro y vuelve, al tiempo, la mirada hacia atrás para avanzar en un efecto de looping o de enlace o punto atrás. “El Pronombre del Amor” es una vorágine de poemas en tirabuzón que al final, disparan la misma esencia de la poesía.

     Sus dos grandes cuerpos: “Aproximaciones” y “Propiamente dicho” conectan entre sí desde un poema central: “El malpoeta de los buenos mates”, que va irradiando metáforas hacia los extremos y viceversa, lo que exacerba su circularidad.

     El autor sigue siendo el remero de su último libro. Otra vez convoca a sus tres estados de conciencia: la emoción del descubrimiento, el redescubrimiento de algo ya sabido y la intuición de su visión, más la convicción de que ha entrado en contacto con el misterio de lo trascendente, pero se muestra más maduro. Ha llegado a la sublimación, a la pureza de la palabra exacta, para expresar lo más profundo. Ya no es el "amante insatisfecho" del poemario anterior, a pesar de que el deseo de escribir le estará "golpeando las puertas de mañana". Ahora sigue pendiente de esas mañanas, de cebar los mates, exorcizando la yerba burbujeante, preocupado porque los versos no se laven, metiendo las palabras en un contexto nuevo, en una rutina nueva, alimentando el amor, los besos, como si cada día fuera virgen en emociones y sensaciones. Elimina elementos innecesarios, barre lo superfluo y muestra su sinfonía universal, en un circuito sonoro, cándido, redondo que hace eco en varios idiomas, recogiendo la voz de otros poetas desesperados por alcanzar la esencia de la poesía, con los mismos síntomas, tratamiento parecido y resultado similar pero único e insustituible en su estilo.

     Define su escenario en "Aproximaciones", el lugar desde donde el yo poético va a contemplar, pedir perdón, hablar de los lugares del adiós, de los límites que ha de transgredir para poder definir, va a filosofar, a invitarnos a observar, y finalmente se dejará llevar. o transportar, en "Propiamente dicho", para dar rienda suelta a su inspiración mañanera en medio de seductores mates, para luego disculparse en un ejercicio de humildad por ser "el peor/ el más pobre/el más inútil poeta", produciendo el efecto opuesto, tal cual lo hicieran en el pasado Sor Inés de la Cruz o Pablo Neruda.

     La poesía viene a él como si fuera su amante y el poeta incrédulo se deja llevar. El amor y el arte de escribir, en simbiosis, son una noble razón para volver a despertar uno y otro día. Y el yo poético es una transfusión de cuerpo a cuerpo, que pasa del yo al nosotros.

     Hasta que en  “Propiamente dicho” va a definir, a describir, el pronombre del amor: ella. Y lo hace en una serie de poemas cortos y epigramáticos, porque a esta altura del proceso creativo ya está metido en la esencia. La música inspiradora fluye en el juego de la antítesis: Ella es tan frágil, aunque no lo sea; tan libre, tranquilizadora, hechicera en su mirada, portadora de luz, dadora de vida, abarcadora de eternidad. Es la musa que cada día le hace cruzar el puente entre el infinito y la materia. Una aureola que lo abarca en todo y es su razón de vida.

     El resultado final de este silogismo es que “las manos sobran / los labios tiemblan/ la poesía calla/ avergonzada/ ante los ojos que me buscan/ cuando la despierto.” Por eso quiere amanecer a su lado, porque, según concluye, “esa dulce obsesión/ es el poema.”

Norma González Peralta