NUBEDIL, nombre genérico de la Obra -compuesta por El InvitadoEl Día del Estudiante, Las Inquisiciones, El Lago, Junín, Pringles y Brumas-, transcurre en Córdoba (Argentina), a finales de los años 60. Es una historia de amor, sitiada por sus propias circunstancias, que lucha por ser contada, entre tanto como la rodea. El Invitado, primera novela del ciclo, viene a ser, como dice uno de sus personajes, “el programa de mano” que enuncia dicha historia. Partiendo desde el Cordobazo, la revuelta popular del 69, un juego paralelo de voces acompaña la prehistoria del protagonista, acercando a éste hacia su destino. Intentando reflejar también, en forma y contenido, esa mezcla de confusión, luchas y esperanzas que marcaron aquella época y la memoria de los supervivientes.

 

 

“El Invitado”, de Jorge Lara

     “Pequeñas historias, de pequeños hombres y mujeres.” Dice el autor cuando se le pregunta. No le crean. Juega con esa idea y con nosotros. Los que queremos y sabemos jugar.

     Desde el primer momento me fascinó la soltura, la aparente –o real- despreocupación, con que va dejando caer las cartas boca arriba. Comprendí que no habría engaño. Abría la partida. Nos invitaba a compartirla con él. A saltar, en este inicio confuso –como todo inicio- de un tiempo a otro, de una voz a otra, guardando datos, buscando lo que él busca en el recuerdo.

     Y había que tomárselo con calma. Bajarse de la bicicleta, cruzar ese puente, y también la niebla que separa al que lee de quien lo escribió.

     En fin, la foto de portada a veces funciona como debería hacerlo siempre: como la sugerente puerta de un libro.

     Extraño libro. Hasta la aparición del personaje central parece respetar las condiciones de un largo asedio. De este prólogo a un largo asedio.
Contra todas las reglas y conveniencias no es unívoca ni inmediata.  Surge con lentitud, dibujándose a partir de los fragmentos que vamos recibiendo. Tarda en ser el protagonista. Y quizás hasta cede ese protagonismo, a favor de aquellos que lo buscan o evocan.

     El amigo médico, el Elejota, el Coso… ¿Juego de heterónimos, que la distancia y el tiempo provocan? Apostaría mis naipes a eso. Apuesto sin miedo por este “programa de mano”. Obertura más bien. Telón arriba, mostrando los decorados de la época, su prehistoria y la del protagonista, el director de escena marcando detalles a lo Kantor, en un rincón la cocina del escritor, y una pareja que ensaya y repite su entrada a Nubedil.

     Pocas veces se nos invitará, como lectores, a una experiencia así. Pocos autores se atreven a desentrañar, o sea a mostrarnos las entrañas del mundo a narrar, tan honesta y naturalmente. Pocos libros nos ofrecen un estilo tan propio, un humor, y una prosa musical de semejante riqueza.

     ¿Pequeñas historias…? No le crean. En cuanto salga el próximo me darán la razón.

Armand Congost.