21 de septiembre de 1972. En Argentina, Día del Estudiante, festividad marcada en rojo en el calendario escolar. Aunque por otros motivos, para el protagonista también se convierte en una fecha teñida por ese color, y en la que deberá encontrar tanto las causas que lo llevaron hasta ahí, como los medios para sobrevivir a ello.

     Esta obsesiva búsqueda en el tiempo vivido, mezclada a lo que le va sucediendo a lo largo del día, componen el material del que irá surgiendo Nubedil.

     En El invitado, primer libro de la serie, se nos ofrecía un detallado panorama de este particular universo y las claves de acceso. Ahora entramos de lleno en él, junto al personaje central, acompañando las voces que a él lo acompañan y descifran.

 

"El Día del Estudiante"  de  Jorge Lara

     Un estilo desenfadadamente original. Un puzzle, ensamblado con la perfección de quien sabe a lo que juega. Un cóctel de literaturas absorbidas, cimentando su propio y conseguido lenguaje. Sensualidad, humor, introspección, absurdo, todo tiene lugar en esta constante experimentación formal y de profundo alcance. Estampas fotográficas, montaje de escenografías, escenas teatrales, diálogos radiofónicos, la música como referencia y como un ritmo interno que impregna y subraya los distintos climas. Nadie puede escapar de las influencias culturales que nos rodean. Pero Jorge Lara parece llamarlas, sincretizarse con ellas, para que lo ayuden a contar. La universalidad y la hibridez del arte al servicio de este gran perseguidor.

     La columna vertebral, el hecho causal de la novela, es ese hoy del 21 de Setiembre del 72. El compás de espera de las horas, distanciadas e interminables para quien espera. Un hallazgo irreverente, atrevido, aunque magnífico, para quienes nos vemos obligados, en éste y los próximos libros, a esperar con él la resolución. Los restantes capítulos son un viaje por su memoria. La exhaustiva revisión que él mismo se impone para entender lo sucedido.

     La Historia narra lo vivido en esa casa desde el comienzo de la relación, casi tres años y medio atrás. Las Voces descienden, en un magisterio del diálogo, dibujando a los protagonistas infinitamente mejor que cualquier descripción al uso. Nubedil es la invocación de lo posible y lo imposible tras la figura amada, la desesperada voluntad de corporizar el neologismo. Los Papeles Arrugados son la traición del autor a su personaje. El robo y planchado de sus desechados poemas, para separar, quizás no tan caprichosamente, algunos capítulos. El Recuerdo es eso: Remembranza de hechos o situaciones, que de repente saltan y se agregan, por derecho propio, a la batalla emprendida con el pasado. Y las Catch 21 la única trampa –así podría traducirse el término-. Las trampas de una imaginación que desea, y el cansado escepticismo que las niega o tergiversa.

     Como lector activo reivindico el disfrute y el respeto que libros así nos proporcionan. Como Crítico lo recomiendo, y deseo no nos haga esperar mucho con el próximo.

Raúl Duarte